RENACER.
El mar nutría a Mar cuando los demonios juveniles avivaban; su respeto al gigantesco cúmulo de olas no ganaba ante la relajación dotada por el sonido atroz de la tormenta, el viento, la calma.
Detenerse en la carretera mientras descendía la lluvia, era sobrenatural, como renacer, sanear, ella reestablecía el equilibrio en su frente; la oxigenaba de fuerza y hambre de vida, la alejaba de la supervivencia del día a día.
En el crudo invierno, cuál chiquilla envejecida huía a gritarle al negro agua, a vencerle en profundidad para combatir sus miedos; débil notaba la arena humedecida en su rostro, entre sus ropas, sus dedos fríos la levantaban de su humillante situación, ya en su vehículo escuchaba música hasta aparcarlo en el garaje, dejando allí lo malo, lo angustioso, pues volvía a lo real, a lo dinámico, a la carga, a su hogar.
Formará parte de la antología de los Premios Orola. La primera vez...., ahora me pregunto, dado mi bloqueo, ¿habrá una próxima? si apenas consigo escribir dos párrafos sobre un mismo tema.