Hoy mis lágrimas eran sensatas, bellas, se desprendían por mis mejillas habiendo sido anunciadas, fueron oportunas, queridas, gratas. Hoy mis lágrimas en mis labios se amontonaban, me enriquecían, me emocionaban, hacían que mis manos temblaran y captaran fotos pobres y borrosas ante imágenes increíbles y hermosas.
Hoy mi Sofía se graduaba, hoy la vi con sus dos añitos y medio entrar en el colegio, la vi pintar, jugar y crecer en minutos. También observé la luz que desprende, la fuerza con que arremete y se inmiscuye en esta vida, la vi imponerse y pisar fuerte con tan sólo cinco años. Hoy la admiré y confié en la esperanza y aposté por la constancia y el trabajo, por el amor y la felicidad.
Hoy comprobé que el camino es mi camino.
Ayer pasé una mañana maravillosa acompañada de mi amiga. Paseamos por este río, que es mío, campo a través visitamos un poquillo el parque natural, al final más mar y más arena, una máquina dragando, no nos aclarábamos si echaba o quitaba arena, que más da. La calor ni fastidiaba, la vida se paraba entre ambas, sin más nada, porque cuando existen las personas con sus sinceras palabras la naturaleza ameniza el tiempo y si escuchas los sonidos del ausente viento los oídos se colman de agradecimiento, los ojos reflejan las sonrisas.
Por la tarde me relajé en el sofá de mi madre, abatida de cansancio primaveral, feliz de tumbarme donde ella contemplando su mirada, analizando sus gestos, impregnándome de su placer, de su sencillo quehacer, intentando ver una película con mi hermano de Barbra Streisand, mientras mis hijas le requerían a cada instante. Ver como mi mami cogía el teléfono avisando a mi hermana, ver llegar a mi hermana, a mi marido, vernos tal como éramos pero en instantáneas grabadas en las retinas de mis ojos, que se han vuelto máquinas del recuerdo, que rescata belleza en lo cotidiano, en lo íntimo, en el bienestar más humilde.
Ayer comprobé que el camino es mi camino.
La semana pasada me reafirmé en mi creencia de creer por siempre en Luisa. Creo en ella desde siempre cuando otros lo hacen; creo en ella desde siempre cuando las puertas se las cierran y le bloquean las ventanas. Creo en ella e irradio una luz misteriosa, mágica y fulminante que emana admiración, esfuerzo, respeto y amor.
La semana pasada comprobé que es ella la que irradia esa luz que no es mía, le pertenece y me contamina, gocé de sus destellos centelleantes e intrínsecos que encauzan mi camino, mi destino y mi sino.
Luisa, desde siempre me enseñó que el camino es mi camino.